miércoles, 13 de julio de 2016

XXXIV


-En Argentina mueren alrededor de 15.300.000
 ejemplares vacunos, cada 260 días. 




La parte prefrontal de su cerebro se había desarollado milagrosamente. Desde que era un pequeño embrión, fue determinada la incorporación del córtex humano en su cerebro animal. Palmira, procedente de genètica vacuna, poseía el don de comprender el lenguaje y el comportamiento de la humanidad. Se le atribuyeron dotes alcalinos, similares a los efectos de la psicodelia. Sus endorfinas podian ser elevadas hasta niveles inimaginables y su tercer ojo era receptor de canales energèticos del espacio, y de los inframundos subterraneos, aún no descubiertos en expediciones lunares ni ondas satelitales.
El matadero era un desquicio los viernes por la mañana, cuando los banquetes y las grandes tertulias se asomaban. Los amasacres masivos eran corrientes en lugares de gauchos asaderos y ginebras de abundancia ligera.
Toda su familia había sido asesinada en una misma pasada, excepto ella, la unica capaz de distinguirse.
Pero el día pactado fue tachado del calendario, ella evocó a los dioses que sin demasiadas plegarias decendieron. Los rezos y los rituales siempre respondieron a su llamado.
Y en una lenta y preciza metamorfosis la convirtieron en persona, bajo los leños ardiendo.
Los dueños del establo yacían con sus puercos traseros hundidos en almohadones.
Camino hasta la puerta del fondo y entro dando pasos cortos, recordo.. El canto altruista de sus hermanas, la mañana recièn tendida, sus pies descanzos en la escarcha del suelo al amanecer, el olor a leche recién succionada de sus pechos, el ordeñe, las manos que arrebataron por primera vez su pudor, la exclavitud, sus vecinos en la ignorancia y el simulacro de la obediencia, el campo plegado y frio.
Se acerco sigilosa, clavó su mirada en el objetivo y por sus retinas lanzó voltios electricos, de colores alegres. Los pulmones de la patrona fueron atravezados, como si hubieran sido despedazados con un rastrillo metàlico y puntiagudo. Y el mismo procedimiento sucedió para el patrón, que murió con los ojos abiertos y aterrorizados.
El canto de sus hermanas, sonó altruista a su neuroplasticidad, de fondo la venganza fue el trago dulce que uno suele beber en los finales.
Y luego se fue, orgasmicamente satisfecha por la Pampa humeda, sus cabellos largos, lacios y rubios y su piel albina del sol de las cuatro de la tarde.











<La Frecuencia>

viernes, 1 de julio de 2016

El reino de los nogales

En la quinta estaciòn se detuvo el ómnibus. Durante cuarenta y tres minutos de viaje observe el reloj alrededor de cuatro veces. Los techos de nuestros metros son semitransparentes, desde allí se pueden ver las luces y las sombras de la estación sexta.
Socioculturalmente estamos entrenados para viajar de forma vertical u horizontal, convivimos en simultaneidad con constelaciones sanguineas.
Yo me dirijo hacia los nogales de la septima estación, allí donde solo los poco convencionales intentariamos llegar. No tengo mucho que perder.
Mi abuelo solía relatarme historias sobre pintorescos bosques, repletos de pinos y nogales, segmentados por enormes surcos de cristalinas aguas. Pero es cierto, talvez este arriesgando mi vida. La septima estación solo esta engrapada de la ultima capa de piel vital, allí se siente la incandescencia del sol decia mi abuelo, que en el año 1964 asistio con la junta de militares tras anunciarse la segunda batalla de anfitriones en la republica. Luego de la amasacre del campamento veintiocho, Ramón Diaz Valdez (mi abuelo) fue el segundo y último sobreviviente de aquel 22 de junio, en donde los pinares ardieron y las cigarras ya no cantaron.
Desde el hesmiferio sur se pueden ver claras las lineas de hormigón y flotando sobre ellas a los cristales sagrados, donde se guarda la información del destino y sus manifiestos apocalipticos. Pues es como leer tu propia borra del cafe decia apatico mi abuelo, no siempre es oportuno saber del futuro.
Pese a sus advertencias estoy aquí, en la quinta estación, varado por un desperfecto tecnico de último momento. Rodeado de unos pocos rostros míserables, hasta esta parada no suelen llegar víveres, tampoco medicamentos, los hospitales no cuentan con suministros y las autoridades no toman cargos.
La sexta estación ya siquiera esta habitada allí solo se descargan camiones, de residuos y desechos toxicos, que las grandes empresas capitalistas responsables en gran parte de la contaminación ambiental, simplemente botan. Los medios de comunicación ignoran estos sucesos, en un mutuo convenio firmado en la decada de los noventa.
Yo tuve la suerte o la desgracia de haber nacido en la segunda estaciòn. Mi madre perteneciente a las altas clases sociales e integrante del gabinete social de la cultura, siempre me resulto una figura contradictoria y díficil de comprender. Adela Martina Valdez su nombre de pila y su reconocida firma en sus magistrales obras plàsticas. Supongo que ella me dío todas las herramientas necesarias en cuanto a nivel educación, pero lo màs valioso hijo mio que yo te puedo dar es el dote del arte, me decia cuando niño.
Unico hijo, graduado en la mejor institución de la cuidad, caminante peatonal de los lujosos paseos de la segunda estación, viví durante muchos años en cegera aguda y conciente. Seguro y confortable en mi burbuja de piel tibia y mis frazadas aterciopeladas.
Pero los años pasan, los pensamientos evolucionan y el miedo a la muerte es el que iba a terminar por matarme si al fin no me resolvia a vivir.
Desde los veinte años vengo estudiando el fascinante y extrovertido mundo exterior, pero el comienzo fue partir desde la anatomía humana, siendo que siempre odié los libros de medicina cuàntica, tuve que comprender los metabolismos y replantearme en que parte muscular me hallaba, para entender realmente quien era y decidir hacia donde ir.
Asi que abandone mi carrera universitaria y me apasioné por comprender la realidad.
Una mañana de marzo luego de varios anàlisis medicos, mi sistema inmunológico me otorgó una gran pista, los resultados eran poco claros pero logre sacar una deducción estable.
Mi raza, vive dentro de un micromundo. Nuestro sistema solar es del tamaño de la tapa de un frasco de mayonesa humano, equivalente a 3528 tapas de mayonesa de nuestra microsociedad.
Las coordenadas despliegan, latitud 28- longuitud 32- , centro derecho, cinco tuneles alargados, zona terrestre 324 hectareas cuadradas, siete capas semiplasticas, profundidad 2901 metros, septima capa de piel cercana al exterior, misticidad en su mayor instancia, represiòn y falta de información por parte del estado. Mano derecha de ser humano, allí exactamente se encuentra nuestro planeta.
Pero todo este asunto no fue facil de explicar, el 18 de noviembre del año pasado lleve mi teoría hasta la corte suprema de justicia, tres años de espera me costo este rasgo genético indiscutible de curiosidad. La primera estación espectante de mis ideas en los tribunales, no tuvo mejor ocurrencia que televisar el episodio en pos de dejarme en ridiculo delante de todas las pantallas. Telemax, c209, diario La Mañana, todos cubrieron el caso; había causado un verdadero revuelto mediàtico.
Para sorpresa burocràtica, me fue otorgado el permiso de viajar hacia el exterior, tomando el metro hasta la septima estación, donde un comando aéreo me estaría esperando. Seis meses despues de la resolución judicial, ya que la unica forma de traspasar la capa siete es mediante una herida superficial, de otra manera moririamos al instante, explotariamos con el impacto.
Esta mañana sonó mi telefono, el operativo 7-99 estaba listo, una pequeña abertura nos permitiria el paso. Un millón setecientos mil cafrones de oro les costo al estado la futura exploración. Grupos de jovenes aliados a mi postura estan reunidos en la plaza central para alentar, he desatado conciencia, eso me deja bastante en paz.
En la quinta estación los parlantes del transporte publico anuncian la reanudaciòn de las vias ferroviarias. Imagino los nogales, la luz cristalizando mis ojos y penetrando los suelos, me pregunto si alguien sabra de nuestra existencia allà afuera. Los nogales otra vez, el cuerpo me tiembla...
La voz anuncia, septima estación, última parada,
El reino de los nogales.









                -La Frecuencia-